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LA LENTEJA AZUL   3 comments

Imagina un saco enorme lleno hasta arriba de lentejas. Miles y miles, tal vez cientos de miles de lentejas. Imagina que entre todas esas lentejas hubiese una de color azul, sólo una, ya sé que es difícil porque nunca hemos visto lentejas azules pero se trata de imaginar así que imagínalo de todos modos. Ahora imagina que metes tu mano en el saco, que hincas el brazo hasta el fondo, que remueves bien y que (sin mirar, claro) sacas una sola de entre todas esas lentejas. ¿Qué probabilidad hay de que la lenteja que saques sea precisamente la lenteja azul? Bueno, pues esa es más o menos la probabilidad que tenemos de que nos toque el gordo de Navidad…

Ya sé que como metáfora resulta un poco cutre pero qué quieren, fue hace años (cuando todavía me escuchaba), mi hijo andaba ilusionado con la lotería y no se me ocurrió nada mejor para rebajarle la fantasía. Podrá parecer cruel pero no más de lo que fue decirle quiénes eran verdaderamente los Reyes Magos, Papá Noel o el Ratoncito Pérez, dirán que no es lo mismo pero para mí es como si lo fuera. Todavía hoy no encuentro una mejor manera de explicarles a ustedes mi fe (mi falta de fe, más bien) en los juegos de azar. Soy de esa clase de personas que creen que tan probable es que les toque la lotería como que les caiga un meteorito sobre su cabeza en plena calle, soy de esa clase de personas que cuando ve los telediarios del 22 de diciembre suele decir que todos esos que aparecen festejando no son más que actores y figurantes contratados para la ocasión (evidentemente lo digo de coña, ya sé que no es así… creo). Si usted es de los que duerme la noche del 21 al 22 agarrado a su décimo como a esa tabla de salvación que le va a sacar de pobre no es mi intención quitarle la ilusión, líbreme el cielo. Pero qué quiere que le diga, soy de los que piensan que en este país la única persona con razones fundadas para tener fe en la lotería es el ex Presidente de la Diputación de Castellón.

No tengo fe en los juegos de azar, y sin embargo (el ser humano es incoherente por naturaleza) juego. Juego muy poco, pero juego. Yo soy yo y mi circunstancia, ya lo dijo hace muchos años un señor muy principal, y si mi circunstancia dice que hombre, cómo no vamos a llevar, a ver si luego les va a tocar a todos menos a nosotros, pues a ver qué quieren que haga, al final acabo pringando (es decir, jugando) como no podría ser de otra manera. Juego el número del trabajo y el del trabajo consorte y el de ese otro departamento que jugamos entre varios y el de algún compañero que te viene vendiendo participaciones del colegio de sus hijos y a ver cómo le vas a hacer el feo de no cogérselas, juego mucho menos de lo que juega por término medio el conjunto de la población pero para el caso es lo mismo, sé perfectamente que todo eso acabará en la papelera el 23 de diciembre, todo excepto quizás algún reintegro que acabará en la papelera el 6 de enero después de haber hecho la tontería de reinvertirlo para el sorteo del Niño. Y ya está. No compro más lotería durante el resto del año, tampoco trabajo el tema de la ONCE (salvo algún compromiso puntual muy de cuando en cuando), hace siglos que no echo ni primitivas ni bonolotos, jamás piso casinos ni bingos, me horrorizan las tragaperras, ya casi ni recuerdo cómo se hacían las quinielas de fútbol…

Y sin embargo juego al Quinibasket. Bien por los buenos recuerdos que me trae (y que ya les conté) de aquellos viejos tiempos sedeneros, o bien porque es mi deporte y me siento un poco en deuda con él por todo lo que me ha dado, lo cierto es que no pasa una semana (salvo que se me olvide, precisamente por la falta de costumbre) sin que me deje mis buenos sesenta céntimos en el empeño. Pero eso, sesenta céntimos, ni más ni menos. Lo justo para sentirme en paz conmigo mismo sin sentir al mismo tiempo que estoy tirando el dinero en pos de ese famoso bote de 25.000 euros a un único acertante, un bote que sé positivamente que no me va a tocar. Y cuando digo que sé positivamente que no me va a tocar no es ya una cuestión de falta de fe en que me toque (que también) sino que sé que es científicamente imposible que me toque. No es ya que sea poco probable que saque la lenteja azul, es que en lo que a mí respecta no hay lenteja azul.

Les cuento: en la primera jornada de Liga ACB eché mi primer Quinibasket, y contra todo pronóstico acerté 7. Siete sobre nueve. Nada de particular, supongo que por ser la primera les pillé desprevenidos, supongo que aún los equipos no se habrían confabulado para hacer exactamente lo contrario de lo que se espera como tienen por costumbre, la prueba es que en las jornadas posteriores no creo haber pasado jamás de 5. Pero aquella primera tuve siete aciertos, un premio de tercera categoría nada menos, ocho eurazos con cuarenta céntimos, dudé entre invertirlos en bolsa, comprar letras del tesoro o acudir al mercado inmobiliario a la espera de una pronta revalorización, finalmente como son tiempos inciertos opté por dejarlos en la caja e ir tirando de ahí en semanas posteriores. Pero lo festejé en Túiter, para una vez que me toca algo cómo no lo iba a celebrar a la manera de todos esos presuntos agraciados de cada 22 de diciembre (esos de los que algún maledicente anda por ahí diciendo que son actores contratados para la ocasión), supongo que escribí la típica chorrada de que estaba en racha y hasta que no ganara el bote de 25.000 euros ya no iba a parar… y alguien (no recuerdo quién, y es una pena porque me gustaría agradecérselo, ya que sin él no habría sido posible este post) me contestó una cosa que me dejó de piedra: para que te pueda tocar el bote de 25.000 euros tendrás que haber hecho una apuesta mínima de cinco euros. Tal cual.

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Me quedé de piedra… y luego lo olvidé, como suele pasar. Seguí jugando (y palmando) al quinibasket semana tras semana, seguí recibiendo correos y más correos de Suertia semana tras semana… En uno de esos correos (12 de noviembre) se me informaba de que dos apostantes, con sólo 60 céntimos de inversión, se habían embolsado la bonita cifra de 6.441 euros (antes de impuestos) cada uno tras acertar el pleno, y pensé anda, mira tú qué bien, la única pena que tendrán es que hayan sido dos porque de haber sido uno solo se habría llevado el bote… o no. De repente se me encendió la bombilla, recordé lo que me había comentado aquel ignoto tuitero, me pregunté si sería cierto aquello (que tampoco tendría por qué no serlo, a ver qué interés iba a tener en engañarme…) Me puse a investigar. La mención de los 25.000 euros llevaba asterisco, el asterisco remitía a que consultáramos términos y condiciones, pinchando ahí te aparecía un pantallazo con todos los juegos de la susodicha plataforma, pinchando en el Quinibasket (arriba del todo, a mano izquierda) accedías por fin a la letra pequeña…

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Dicho y hecho. Punto 5: para disfrutar de la promoción, el ganador de la apuesta única acertante tendrá que haber jugado un mínimo de 5 euros en la misma jornada del QuiniBasket. Es decir, haga usted su apuesta de 60 centimillos, acierte 9, sea usted el único, póngase como unas castañuelas y descubra luego que lo más que le darán es el 33 por ciento de lo recaudado (cantidad que en condiciones normales será notablemente inferior), que el bote de 25.000 se lo guardarán por ahora a buen recaudo a la espera de que se lo lleve algún gran apostador. Y cáguese en todo lo cagable después, of course.

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¿Qué buscan Suertia y/o la ACB (o lo que quede de ella) con todo esto? La respuesta la podemos tener en este otro correo que recibí hace apenas unos días, el 13 de diciembre: Más de 6.750 euros para un usuario que gana dos quinielas en cinco días. En el caso del Quinihandball, la quiniela oficial de la Liga Asobal de balonmano, realizó 64 apuestas simples y ganó el premio de siete, que ascendía a 2.185 euros. Por otra parte, en el Quini Nueve especial de Champions ha sido el único acertante del pleno al nueve jugando una combinación de 8 triples y un doble, por lo que se ha embolsado 4.570 euros. Ese es el perfil que buscan para el Quinibasket, el que parece que ya tienen para otras quinielas, el que invadió y casi monopolizó hace ya unos cuantos años la quiniela de fútbol. El quinielista profesional, el que vive de esto (yo no creo en ellos, pero haberlos haylos), el que maneja múltiples combinaciones y se deja una pasta en el empeño. El gran inversor. Usted, yo, todos los cutres que nos dejamos apenas 60 centimillos a ver si suena la flauta y nos saca de pobres en el fondo les importamos una mierda, en el fondo sólo somos un mal necesario, aquellos que aportamos el dinero que luego se repartirán los demás.

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Evidentemente Suertia y/o la ACB (o lo que quede de ella) tienen perfecto derecho a fijar las condiciones del Quinibasket, para eso es suyo. Podrían añadir un punto 8 diciendo que para ganar el bote de 25.000 euros se habrá de ser rubio/a, tener los ojos azules y el número de DNI capicúa, y como el juego es suyo también nos lo tendríamos que comer. Que sea legal no lo niego, que además sea ético ya es otro cantar. Soy consciente de que en las loterías pasivas (las de décimos y cupones) el premio es proporcional a lo que inviertes, pero en las activas (quinielas, primitivas, bonolotos) nunca fue así, nunca al menos hasta donde alcanzo a recordar, que ya les dije que no trabajo el gremio. Si usted hace la mínima apuesta posible en una quiniela de fútbol y acierta los catorce (cosa improbable) y resulta además que es el único acertante (cosa aún más improbable), no me consta que se quede por ello sin el bote porque éste estuviera reservado a aquellos que hubieran hecho un mínimo de 12 apuestas pongamos por caso. Si usted rellena un único recuadro de un boleto de la primitiva y tiene la suerte loca de ser el único con 6 aciertos no creo que vengan los de la ONLAE (o como demonios se llame ahora) a decirle, no, mire usted, que el bote acumulado éste que llevamos semanas anunciando es sólo para los que se jueguen un mínimo de 10 euros, que usted no tiene derecho a él… Me parece muy poco ético que para Suertia y/o la ACB (o lo que quede de ella) haya apostantes de primera y apostantes de segunda, y me parece aún menos ético que se oculte esa información detrás de un asterisco que remite a las profundidades de su web. Cual aves de rapiña escudándose en la letra pequeña pero eso sí, los 25.000 euros ahí bien grandes a modo de cebo para embaucar a la clientela, tú ponles el bote y vendrán como moscas, total qué más da si (casi) nadie va a acertarlo, a (casi) nadie tendremos que explicarle la verdad… Malos tiempos para la ética, me temo.

Así pues, señores de Suertia, señores de la ACB (si alguien quedara ahí todavía), me van ustedes a permitir que me ponga deliberadamente grosero para la ocasión: métanse su bote donde les quepa, ello en el supuesto de que les quepa por algún sitio. Yo por mi parte seguiré haciendo mi mínima apuesta de cada semana (de hecho acabo de hacerla, ahí abajo podrán comprobarlo), seguiré jugando por el mero placer de jugar a un juego que me gusta y que trata además sobre un deporte que me apasiona. Pero eso, sesenta centimillos a fondo perdido, ni un céntimo más, no voy a multiplicar casi por diez mi inversión que no están los tiempos como para andar tirando el dinero, que aunque meta nueve veces la mano en el saco la probabilidad de encontrar la lenteja azul no va a dejar de ser infinitesimal. Nunca me cayó un meteorito sobre la cabeza en plena calle (afortunadamente), jamás vi un trébol de cuatro hojas, en el fondo siempre supe que las lentejas azules no existen. Al menos para mí, allá usted si quiere seguir buscándolas.

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