LO MÍO CON CALIPARI   1 comment

(publicado el 2 de abril de 2012)

Habré de confesárselo, lo mío con Calipari viene de antiguo, viene casi de mediados de los noventa, tiempos aquellos en los que el susodicho dirigía (y muy bien por cierto) a una Universidad de Massachusetts iluminada por sujetos tan incomparables como Marcus Camby y Lou Roe o como aquella peculiar pareja de puertorriqueños exteriores, Edgar Padilla y Carmelo Travieso. En aquel entonces era relativamente frecuente que cada verano aterrizase por estos pagos alguna selección hecha literalmente de retales universitarios: jugadores que descollaban pero aún no eran (o nunca serían) grandes estrellas, jugadores que habían acabado su carrera pero no habían sido escogidos en el draft y buscaban lucirse en Europa a ver si alguien se apiadaba de ellos y les ofrecía un contrato… Aquellas selecciones por lo general se ponían de apellido All Stars que siempre fue muy socorrido, se ponían de nombre a alguna afamada multinacional tabaquera (sí, entonces se podía), se reunían en torno a algún afamado entrenador y hale, a tirar, a hacer bolos veraniegos contra equipos nuestros en pretemporada o aún mejor, contra nuestra mismísima selección en plena fase de preparación. Así sucedió con éste que nos ocupa: no recuerdo exactamente qué año era, no recuerdo en qué ciudad se disputó, sólo recuerdo que aquella aciaga tarde de verano nuestra selección, en plena preparación para a saber qué Eurobasket o Mundobasket, se fue a enfrentar con uno de estos Malporro (o lo que fuera)All Stars. Y que obviamente John Calipari era su entrenador.

No, para semejantes eventos la Federación no solía complicarse mucho la vida: escogía a una pareja de árbitros de la localidad en la que se disputaba el partido, y de (en el mejor de los casos) la segunda categoría del baloncesto nacional (probablemente EBA, la LEB no se habría inventado todavía), y les decía hala chicos, a pitar, como si aquello fuera un premio cuando en realidad era todo un castigo, para ellos y para todos los demás. Nerviosos, perdidos cual alambre del pan de molde, desbordados cual caracol en gasolinera, desconcertados ante un atleticismo y una calidad a las que no estaban en absoluto acostumbrados, absolutamente superados por la situación. Aquello muy pronto degeneró en un puro caos, aceptado con resignación por Lolo Sainz, no así por un Calipari que pasó del estupor a la irritación, de la irritación al cabreo, del cabreo a la ira y de la ira directamente a la paranoia. En un momento dado, más o menos hacia comienzos de la segunda mitad, Calipari llamó a sus jugadores y les dijo que se iban. Tal cual. Ni que decir tiene que se lió la mundial: discusiones, manotazos, dirigentes federativos bajando al centro de la pista para convencer al coach, conversaciones al más alto nivel. Supongo que al final le hicieron ver que no podía marcharse, que estaría incumpliendo un compromiso establecido de antemano por contrato, que menudo bochorno dejar así un partido ante la selección del país anfitrión, televisado para toda la nación además…

Finalmente el encuentro se reanudó tras quince o veinte minutos pero ya nada fue igual (si es que alguna vez lo había sido): ya sólo cabía esperar que aquello acabara como fuera, cuanto antes, ya los americanos (de USA) sólo se comportaron como si fueran uno de esos comandos de sus películas, como si estuvieran absolutamente rodeados por fuego enemigo, como si aquello fuera el Vietcong. No recuerdo apenas qué jugadores integraban aquel equipo pero sí recuerdo puntualmente a uno al que le dio un espectacular ataque de nervios arremetiendo de improviso contra todo y contra todos, si le hubieran puesto en la mano una ametralladora no sé yo si alguien habría salido vivo de allí. Aquel sujeto se llamaba (se seguirá llamando) Lawrence Funderburke y más tarde hizo (más o menos) carrera como suplente de Webber en unos inimitables Kings de Sacramento. No recuerdo a los demás, sí recuerdo muy bien (demasiado bien) a Calipari: esos modales fascistoides, esa insultante prepotencia, esa insoportable actitud de aquí yo soy el puto amo y ustedes están a mi servicio se me quedó grabada ya para toda la vida.

El resto más o menos se lo saben: Calipari se fue a la NBA, pasó con más pena que gloria por Nets (como entrenador-jefe) y Sixers (como asistente de Larry Brown), volvió finalmente a la NCAA para hacerse cargo de la Universidad de Memphis… pero de alguna manera se llevó la NBA con él. Aquellos Tigers de Memphis o estos Wildcats de Kentucky parecen enteramente equipos de NBA infiltrados en NCAA, parecen casi siempre hombres contra niños… dándose además la paradoja de que aquellos que parecen hombres son en realidad más niños que aquellos que parecen niños. Claro que nunca sabremos qué fue antes, si el huevo o la gallina: si son los jugadores los que pierden el culo por pasar un año con Calipari porque es el que mejor les prepara para la NBA, o si es Calipari el que centra su método en preparar (sobre todo) para la NBA porque así se asegura el llevarse a los más fuertes, siquiera sea por un año. Sea por lo que fuere, en apenas unas horas (si no lo han hecho ya) Davis, Kidd-Gilchrist, Teague y Terrence Jones anunciarán que se apuntan al draft y que contratan agente para evitarse así la tentación de arrepentirse; y en apenas ocho días dos de las más rutilantes (e indecisas) criaturas salidas este año del High School, Shabazz Muhammad y Nerlens Noel, anunciarán en programa televisado a toda la nación (The Decision, another time) que el próximo curso se llevarán todo su talento a… saberlo a ciencia cierta sólo lo saben ellos pero sí, tiene toda la pinta de que será a Kentucky, precisamente a Kentucky; y por supuesto, en apenas unos meses compareceré una vez más ante ustedes, como en 2010 ó en 2011 o en esta misma temporada, para repetirles una vez más la tradicional retahila de que el equipo se refunda año tras año, de que no me gusta el modelo, de que no hay compromiso…

Vale, sí, esta vez habré de reconocerlo, éstos de ahora han demostrado con creces que ellos sí tenían compromiso, infinitamente más compromiso que (por ejemplo) aquellos Wall o Cousins de la vida. Por eso tienen su título, por eso Calipari tiene ya también su título (algunos dicen por ahí que ya tiene su anillo; suena bien, lo reconozco, pero no me consta que se repartan anillos en NCAA). Lo tiene aunque a mí no me guste, aunque en mi fuero interno hubiera preferido que lo ganara cualquier otro; lo tiene aunque no sea bueno para el baloncesto, o al menos para este baloncesto, o al menos para lo que yo entiendo por baloncesto. Cosas mías, ya lo sé, cosas de mi amor imposible por John Calipari, que parece no tener fin…

Publicado noviembre 4, 2012 por zaid en NCAA, preHistoria

Una respuesta a “LO MÍO CON CALIPARI

Suscríbete a los comentarios mediante RSS.

  1. Pingback: GABINETE CALIPARI | ZAID ARENA

Deja un comentario