Archivo para octubre 2015

ME SOBRAN LOS MOTIVOS   5 comments

Aquí donde me ven, este año he decidido rebelarme. Rebelarme contra mí mismo, no teman, rebelarme contra mi propia depresión pre-parto. Año tras año, en los días previos al comienzo de la ACB, se nos instala una sensación como de más de lo mismo: mismo aire mustio, mismas negras perspectivas, misma esclerotización administrativa, misma mortecina audiencia, mismo panorama televisivo, misma sensación de pérdida de talento, mismo coto cerrado para quienes se ganan su ascenso, mismo coto cerrado para quienes acaban en puestos de Euroliga, misma temporada regular interminable, mismos playoffs insignificantes que se nos irán en un suspiro, misma liga de la marmota condenada a una sempiterna bipolaridad… Bueno, pues contra todo eso, y quizás porque hoy contra mi costumbre me he levantado ligeramente optimista (no se confíen, no vaya a ser que se me pase) he decidido rebelarme. Porque aún siendo todo lo anterior más o menos cierto, no es menos cierto que también me sobran los motivos para la ilusión a poco que me pare a buscarlos. Me he puesto a ello, he encontrado unos cuantos (bastantes más de los que imaginaba) y aquí se los traigo, por si les apeteciera acompañarme en esta búsqueda de la ilusión perdida:

1) Porque el (presunto) desembarco de Movistar + de alguna manera me devuelve la ingenua ilusión de recuperar por fin una cobertura televisiva digna de la Liga. No les voy a engañar, llevo casi un cuarto de siglo siendo plusero (aunque no fueron pocas las veces que estuve a punto de dejar de serlo) así que juego con ventaja, tengo ya buena parte del trabajo hecho. Pero aunque no fuera así, creo firmemente que esta ACB necesita con urgencia un reconstituyente, algo que la revitalice.logotipo_movistar_plus_-_liga_endesa_2 En muchos aspectos, pero el aspecto televisivo no es precisamente menor. Que un operador decida apostar firmemente por esta Liga, que decida incluso pagar por darla (es decir, no ofrecerla por puro amor al arte o por la mera visibilidad de sus patrocinadores, como venía sucediendo hasta ahora), ha de ser necesariamente una buena noticia. Aunque a algunos no les guste.

2) Porque sé que volveremos a escuchar (sobre todo dentro de un año, cuando desaparezca el partido de TVE) los mismos cantos de sirena que ya escuchamos en el cuatrienio 1999-2003 acerca de cómo la televisión de pago acabará matando el baloncesto, pero yo no concibo esa razón: porque han pasado ya más de tres lustros desde entonces, porque el nivel de penetración de aquel Canal + no es ni siquiera comparable al que hoy tiene Movistar +, porque algo hemos evolucionado también como espectadores: hoy tenemos múltiples soportes, dispositivos, vías y medios a nuestra disposición, hoy quien quiere ver algo lo ve. Y porque (al contrario que en 1999) en este caso no tenemos ya nada que perder, peor de lo que estamos es difícil que podamos estar. Todo lo que venga vendrá ya por añadidura.

3) Porque el fichaje de Piti Hurtado es lo más ilusionante que le ha pasado a la cobertura televisiva de la ACB desde los tiempos de maricastaña (fuera quien fuera esa señora). Y no llega solo, dicen. Sólo por eso ya habrá merecido la pena.

4) Porque he llegado ya a una fase de mi vida en la que las audiencias me importan un bledo (que no sé lo que es, pero tampoco me importa). Porque me importa otro bledo que seamos mil o un millón, allá cada uno con sus cadaunadas, a quien no le apetezca que haga lo que le parezca. Y porque tampoco me las creo, que lo sepan, porque ese frío dato de audiencia no refleja a quienes lo ven por ordenador (que son legión), aún menos refleja a quienes a veces no podemos verlo en directo y solemos entregarnos al noble arte del difericesto. Y sobre todo, porque ya está bien de autodestruirnos todas las jornadas, todas las semanas de toda nuestra santa vida con este monotema.

5) Porque la liga de la marmota seguirá existiendo (por los siglos de los siglos, salvo indeseado desgajamiento territorial) pero al menos este año parece atisbarse un ligero resquicio de que las cosas podrían llegar a ser de otra manera. Que Unicaja osara ganarle al Madrid la semifinal supercopera (aún con todos los condicionantes blancos) ya fue un buen síntoma (síntoma que luego se nos fue al carajo en la Final, pero síntoma al fin y al cabo), que vaya a llegar algo más de dinero televisivo (menos sería difícil) con el que aliviar un poco la enorme brecha entre clases sociales debería ser otro buen síntoma. Cierto es que con esta Supercopa son ya dieciséis los títulos domésticos consecutivos ganados por Madrid o Barça (todos y cada uno desde hace cinco años y medio, desde aquella liga baskonista de 2009/2010), pero no es menos cierto que cada día que pasa queda un día menos para que conozcamos un campeón de algo que no sea Barça ni Madrid. O dicho de otra manera, que llegados a este punto ya no sé si me he levantado ligeramente optimista o ligeramente gilipollas.

arroyo lawal6) Porque el Barça optó por reinventarse (a la fuerza ahorcan) y ahora toca ver cómo funciona semana tras semana esa reinvención más allá de la euforia supercopera de hace unos días: si Lawal intimida tanto como parece, si Vezenkov es tan bueno como parece, si Samardo aparece por fin, si Perperoglou mezcla bien con todos, si Ribas sigue saliéndose allá donde vaya, si Arroyo acata su papel secundario con las riendas puestas o se las quita para la ocasión, si Navarro aún vive (contra todos esos que hace ya unos cuantos meses decidieron darle por muerto…)

7) Porque el Madrid tiene ante sí el tremendo reto de intentar igualar lo que logró el pasado año (Supercopa aparte), porque será interesante ver cómo administra sus fuerzas por el camino, si vuelve a perder en otoño para ganar en invierno y primavera, si con las derrotas vuelven a emerger a las primeras de cambio sus decapitadores profesionales pretendiendo hacerle a Laso un ancelotti para cumplir con la tradición (aunque esta vez tendrían que inventarse un nuevo objeto de deseo, que sus tradicionales Obradovic, Djordjevic y Katsikaris están pillados…).

8) Porque ver jugar al Chacho siempre fue, es y seguirá siendo un placer. Porque sigue en la ACB como sigue también Llull, justo después de dar por hecho que se irían. Porque no hay noticia mejor para una liga que la continuidad de sus estrellas, que luego esa misma liga no sepa venderlas ya es otra cuestión.

9) Porque Joan Plaza tiene por fin entre manos el equipo que siempre soñó (o casi), porque este Unicaja tiene por fin argumentos más que sobrados para ser la tercera vía (junto con Valencia, obviamente). Luego ya que esa tercera vía aspire a derrotar al bipartidismo o que se nos quede en mero efecto bisagra sólo lo sabremos con el tiempo.

10) Porque el mero hecho de contar con un jugador como Kuzminskas ya te devuelve el precio de la entrada (o el del abono televisivo, en su caso). Porque casi me atrevería a decir que está a un solo paso (el de sus intermitencias, el de esa continuidad que siempre le falta) de ser tan candidato como el que más (si no el que más) a MVP de la ACB.diez unicaja Y porque por detrás de él emerge además un chaval llamado Dani Díez que se encuentra de repente ante la gran oportunidad de su carrera. Y algo me dice (ya algunas muestras ha dado de ello) que no la va a desaprovechar.

11) Porque será interesante ver si las llegadas de Planinic, Blazic, Bourousis o Corbacho dan para que el Baskonia de Peras forme también parte de esa tercera vía. Me encantaría que así fuera (cuantos más mejor) pero por ahora permítanme que sea muy escéptico al respecto. Si las cosas no van bien ya se encargará Querejeta de reinventarlas cuanto sea menester, pero a día de hoy me deja muy frío este proyecto baskonista 2015/2016, qué le vamos a hacer.

12) Porque he leído más de una vez en estos días que Darius Adams lo tiene todo para ser el nuevo Elmer Bennett, y no sé si se trata de un brindis al sol, de la mera expresión de un deseo o de una afirmación fundada, basada tal vez en sus (presuntas) actuaciones de pretemporada (que no he tenido el placer de contemplar). Dado que mis recuerdos de Adams me retrotraen a la temporada pasada, permítanme que por ahora me reserve el beneficio de la duda.

13) Porque Pedro Martínez llega por fin a ese (casi) grande que llevaba años mereciendo, al menos desde que le dieron aquella oportunidad en Baskonia para quitársela luego apenas cuatro días después de empezar. Llega ahora a la plaza más exigente que imaginarse pueda, un lugar donde la paciencia (la paciencia con sus entrenadores, en particular) no acostumbra a ser precisamente moneda común. Todo lo cual hace este reto todavía más hermoso, todavía mucho más especial. Ojalá que te vaya bonito, Pedro.

14) Porque a Valencia llega también Shurna (que me encanta desde sus tiempos en Northwestern, ya se lo dije), llega también SanEme (que me encanta de toda la vida de dios), llegan Hamilton y Sikma que son una garantía. Súmenlo a lo que ya había y descubrirán que con paciencia (bien escaso, insisto) y sin precipitaciones ni ataques de nervios deberían aspirar a casi todo. Lástima ese casi.

pangos granca15) Porque me apetece empezar a ver ya a mis viejos conocidos NCAA, ver de qué son capaces todas esas imágenes refrescantes de que les hablé hace unas pocas semanas: Pangos en Granca (algo ya mostró en la Supercopa), Haws en Obra, Henton en Sevilla, Jeff Taylor (si juega finalmente algún día) en el Madrid, Abromaitis en Tenerife, incluso David Wear en Fuenla aunque no sea santo de mi devoción. Lista que por otra parte se me quedó incompleta, ahora ya tendría que añadir al otro gemelo Wear (Travis, dicen que de camino hacia Gipuzkoa; más consistente que David, pero tampoco se me emocionen en exceso), al ex Fighting Illini Brandon Paul en la Penya… Muchos argumentarán que tanta presencia del club Al Salir de Clase sólo refleja el manifiesto empobrecimiento de la competición; pues vale, será así, no seré yo quien lo niegue. Pero a mí me encanta, qué quieren que les diga.

16) Porque este hacer de la necesidad virtud se refleja también a nivel doméstico, porque podría/debería ser la hora de Santi Yusta, Miguel Rico, Luka Doncic (aunque en este caso no hay necesidad que valga), Alex Suárez, Tomeu Rigo, Ili Diop, tantos otros (excluyo deliberadamente a Estu y Penya, que tendrán luego párrafo aparte). Economía de guerra si así lo quieren. La imaginación al poder.

17) Porque Granca se nos ha hecho grande. Porque la suma de Newley, Báez, Oliver, Pangos, Salin, Omic, Aguilar, Kuric o Rabaseda (cada uno a su manera) da como resultado una magnífica plantilla, Porque con Aíto el todo siempre suma más que la suma de las partes.

18) Porque Taph Savané aún continúa entre nosotros (baloncestísticamente hablando, me refiero). Porque su DNI podrá decir misa en arameo, pero su desempeño nos demuestra bien a las claras que está más joven cada año que pasa. Porque yo de (aún más) mayor quiero ser como él.

19) Porque Alejandro Martínez lleva media vida al frente del CB Canarias (por otro nombre Iberostar Tenerife) y aún le quedará otra media (recién renovado hasta 2017), porque pocos proyectos (si alguno hubiera) personifican mejor la continuidad, en los despachos, en los banquillos y en los parquets. Porque siguen Richotti o Sekulic (su permanencia es siempre el mejor fichaje), porque llegan O’Leary o Beirán. Porque todas sus piezas encajan, porque saben crear el caldo de cultivo para que todas sus piezas encajen. Porque son un ejemplo que muchos deberían imitar.

bellas cai20) Porque me duele no ver ya a Bellas en el Granca, pero al mismo tiempo me apetece ver a Bellas en otro lugar que no sea el Granca, tanto más en un lugar tan propicio como el CAI. Nuevos compañeros, nuevos técnicos, nuevas gentes, nuevo clima, nueva vida, por primera vez lejos de su (muy bien ganada) zona de confort.

21) Porque (me gustaría pensar que) cada vez que conecten con Zaragoza conectarán con el Pabellón José Luis Abós, cada vez que alguien empiece a narrar dirá bienvenidos al Pabellón José Luis Abós, cada vez que las cámaras enfoquen la cancha leeremos en la parte superior Pabellón José Luis Abós. Le pese a quien le pese. (Me gustaría pensarlo, pero lo pongo entre paréntesis porque justo después de escribirlo descubro que no será así por ahora, que los tribunales han suspendido cautelarmente el cambio de nombre; mandagüevos, añado, desde el exquisito respeto a las resoluciones judiciales que no comparto en absoluto).

22) Porque soy campazzista, lo soy desde antes de los Juegos de 2012, desde antes de que en el Madrid supieran siquiera que existía. Porque por serlo me he llevado hostias tuiteras a tutiplén (legítimas discrepancias, en cualquier caso) de todos aquellos que echaron pestes tras la marcha de Draper, todos esos iluminados que decían que no era digno de vestir la camiseta del Madrid (que leyéndoles a veces piensas que ni Magic Johnson en sus buenos años habría sido digno de vestir la camiseta del Madrid, a poco que hubiera fallado un pase). Soy campazzista y me preparo para cobrarme mi revancha, porque sé que este año en Murcia, con minutos, confianza y Fotis (y a poco que le acompañe la salud), sencillamente se va a salir. Recuérdenmelo en primavera.

23) Porque además de Campazzo Murcia será este año un verdadero latin team: Augusto Lima (si finalmente se queda y no es abducido por la casa blanca, lo cual aún no está claro a la hora del cierre de estas líneas), Vitor Benite, Sadiel Rojas… Porque con Fotis al mando, Cabezas dejando poso, Wood en los triples, Lischuk en los bloqueos y Antelo anteleando sólo pueden salir cosas buenas de ese equipo.

24) Porque también soy brizuelista (no saben cuánto), porque creo sinceramente que Darío Brizuela es lo mejor que le ha pasado al Estu desde hace muchísimo tiempo, lo mejor que ha salido de esa cantera desde el Chacho si me apuran (y aunque sé que Jaime Fernández tendría razones más que fundadas para decir algo al respecto).brizuela vicedo Tendrá minutos, apunta a titular, ya veremos si de aquí a unos meses no estaremos hablando del jugador revelación de la ACB (y miren que este año hay competencia). Papeletas lleva, tantas como el que más.

25) Porque además de Brizuela habrá bola también para Vicedo, Juancho Hernangómez, Fran Guerra y puede que alguno más, porque con Ocampo al mando sabemos por fin que todas estas criaturas vuelven a estar en buenas manos. ¿Lo demás? Dos veteranos del Vietnam como Nacho y Salgado, dos americanos (de USA) con buena pinta, Bircevic haciendo bulto y la maravillosa guinda final de Stimac, el hombre boquiabierto (es como aquél del pueblo de Gila que le decían ¡oye, que tienes la boca abierta! y contestaba ¡ya lo sé, si la he abierto yo!); no destacará por su estética (en ningún sentido) pero lo compensará con creces con todo lo demás. Y todo lo cual sin más objetivos (al menos por mi parte) que no pasar apuros, crecer, disfrutar, volver a ser felices practicando y viendo baloncesto. Ser de nuevo el Estu, con todo lo que eso comporta.

26) Porque seguiremos abalanzándonos a contemplar cada partido de la Penya (en la medida en que la cobertura televisiva nos lo permita) como si fuera un objeto de culto, quizá porque efectivamente sea un objeto de culto. Porque llegan Drame (mítico apellido en aquella casa, por cierto) o Brandon Paul, porque sigue Mallet que parece el padre de todos, porque sigue Suton, porque aún continúan Vidal o Miralles. Pero también porque Ventura y Llovet ya son imagen de marca, porque Abalde lo será más pronto que tarde (si no lo es ya), porque a la vuelta de la esquina aguardan Sans, Nikolic o Nogués. Pero sobre todo, porque muy pocas cosas resultan más gratificantes (en lo que a ACB respecta) que ver jugar a la Penya.

27) Porque Sevilla sigue viva (un año al menos), porque Bilbao finalmente se ganó la estabilidad. Porque son plazas indispensables, porque una ACB sin Bilbao o sin Sevilla carecería por completo de sentido.

28) Porque cada minuto de Raül López seguirá valiendo su peso en oro, porque se nos irá más pronto que tarde, porque deberíamos de enmarcar todos esos ratos que aún le queden en ACB.

29) Porque Pustovyi, Bendzius y Caloiaro (más la continuidad de Waczynski) seguirán poniendo a prueba la pronunciación de los comunicadores compostelanos en particular, y los de toda la ACB en general. Porque (más allá de chorradas) la enésima reinvención obradoirista volverá a salir adelante como todas las anteriores (Moncho mediante), porque volverá a emocionarnos como todas las anteriores (Miudiño mediante).

shermadini_morabanc_rtva_andorradifusio_ad30) Porque es un lujo y un auténtico placer tener por aquí de nuevo a Míster Bean Shermadini. Aunque habré de reconocer que si hace meses me hubieran preguntado dónde iría jamás habría imaginado que fuera a Andorra, tanto menos con las evidentes carencias interiores en muchas otras plazas ACB de mayor raigambre y tronío. Los designios del mercado (y de la fiscalidad) son inescrutables, sin duda.

31) Porque una cosa es reinventarse y otra (ya un paso más allá) lo que tendrá que hacer el Fuenla: técnico nuevo (Tabak), asistentes nuevos (Cuspinera, Raventós), nueve (sí, 9) jugadores nuevos si no he echado mal la cuenta, incluido el recién llegado (y no por ello menos insospechado) Marko Popovic. Me fascina, me seduce y me intriga (sobre todo me intriga) lo que pueda salir de ese collage, puede ser una maravilla o un caos, esperemos que opten por la primera opción.

32) Porque este año descenderá al menos un equipo a la LEB, de verdad, se lo prometo. No, no es que adivine el futuro (que yo sepa) sino que el postergado ascenso ourensano hará que el último clasificado de la ACB baje esta vez sí o sí (salvo nuevo cambio de opinión o de circunstancias en los próximos meses, que a la vista de los antecedentes tampoco me extrañaría). Y no es que yo le desee mal a nadie, líbreme el cielo, es sólo que recuperar esa dinámica medianamente normal de ascensos y descensos resulta esencial para la supervivencia de esta competición (y no digamos ya de la LEB). Así que algo es algo, menos da una piedra. Aunque sea en diferido.

33) Porque a día de hoy todos parten de cero (por definición), hasta la propia Liga parte de cero, si no nos ilusionamos ahora ya me dirán ustedes cuándo nos vamos a ilusionar. Tiempo habrá para que la cruda realidad venga a ponernos en nuestro sitio.

34) Porque me salen ya a estas alturas 35 motivos pero podrían salirme 350 si me lo propusiera, porque creo que llegados a este punto se han ganado ustedes sobradamente el derecho a que les deje descansar. Y porque muchos de esos otros motivos se nos irán apareciendo según avance la temporada, no les quepa la menor duda. Somos así, todavía capaces de encontrar alicientes aunque nos pueda el desánimo.

y 35) Porque sí. Porque el baloncesto nos hace felices, y a día de hoy (y mientras no se demuestre lo contrario) no tenemos ninguna otra liga profesional de baloncesto más cerca de casa, ni puñetera falta que nos hace. Porque sigue siendo nuestra Liga por más motivos que se empeñen en darnos año tras año para que deje de serlo. Porque ya está bien de lamernos las heridas. Porque sí.

MEDIA VIDA   2 comments

Sucedió hace media vida, no tanto en sentido figurado (que también) como literal. Tenía yo la mitad de años que tengo ahora, sabía de todo aquello (de todo, en general) cien veces menos de lo que sé ahora, sentía por todo aquello cien veces más fascinación de la que aún siento hoy, de la que espero no dejar jamás de sentir por el mero hecho de que se nos haya vuelto cotidiano todo lo entonces era sencillamente (maravillosamente) excepcional. Sucedió hace media vida, el tópico diría que parece que fue ayer, qué más quisiera yo que fuera sólo un tópico. Veintisiete años, media vida. Tan lejos y tan cerca.

Sucedió un 24 de octubre de 1988. Apenas año y pico después de que la NBA hubiera empezado a entrar a cuentagotas en nuestras vidas gracias a la aventura de Fernando Martín en Portland, apenas unos cuantos meses después de que nos hubiéramos acostumbrado a vivir cerca de las estrellas, apenas cuatro meses después de que nos hubiéramos vuelto locos con los siete partidos de aquella histórica (e histérica) Final entre Lakers y Pistons. Hoy nos puede parecer irreal pero créanme que entonces no se hablaba de otra cosa, créanme que en los colegios, institutos y trabajos (y tanto más en mi trabajo de entonces, todos aún jóvenes por aquel entonces) se formaban corrillos para comentar ese quinto, sexto o séptimo partido que acababa de jugarse en la madrugada anterior, si llegabas a tu oficina confiado en no enterarte del resultado para verlo luego en diferido estabas muerto, era científicamente imposible que no te lo reventaran, ni aún aislándote del mundo evitarías ese espóiler que entonces aún no se llamaba espóiler. Era otro mundo, quién iba a imaginar que en apenas unos meses se rebajaría a bajar a nuestro mundo.

Aquel 24 de octubre de 1988 el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. El verbo eran los Celtics, los mismísimos Boston Celtics, rechace imitaciones. No, no eran los vigentes campeones pero como si lo fueran, al fin y al cabo lo habían sido sólo dos años antes (quién nos iba a decir que habrían de pasar veinte años más para que volvieran a serlo),boston al fin y al cabo eran los campeones por antonomasia, sabíamos aún poco pero sí lo suficiente como para saber que estábamos ante la franquicia más grande sobre la faz de la Tierra, acaso el equipo de baloncesto más legendario del mundo, digno representante de la mejor competición deportiva del mundo. Podíamos recitar su quinteto de carrerilla casi mejor que el de muchas alineaciones de fútbol de entonces, Dennis Johnson, Danny Ainge, Larry Bird, Kevin McHale, Robert Parish, se nos llenaba la boca con sus nombres, nos poníamos metafóricamente (y a veces hasta físicamente) en pie con su mera enunciación. Habíamos soñado muchas veces con ellos y ahora de repente los teníamos aquí, a punto de jugar contra el mismísimo Real Madrid (una vez que ambos cumplieron con su respectivo trámite semifinal). Hay otros mundos pero están en éste, decía (quizás por aquel entonces) un anuncio. Nunca fue más verdad.

Aquel 24 de octubre de 1988, domingo por más señas, me llevé a la que ya era mi pareja pero aún sólo mi novia a pasar la tarde al bar, mi única tabla de salvación posible por aquel entonces. Hoy algo así sería impensable, hoy (matrimonio mediante, bodas de plata cumplidas) me diría que no hombre que no, que a mí qué me va a apetecer, de eso nada, vaya rollo, si tanta ilusión te hace te vas tú pero a mí no me líes. Pero en los noviazgos de entonces a veces hacíamos cosas así, sacrificios insospechados, también en eso eran otros tiempos. Me la llevé (más bien nos llevamos mutuamente) a un bar vallecano que hoy ya hace muchos años que no existe (de hecho por no existir ni siquiera existe la manzana que lo sustentaba), de nombre HO (sí, sólo esas dos letras, no me pregunten por qué) y sito en la calle Carlos Martín Álvarez, casi esquina con la Avenida Martínez de la Riva. El típico bar de barrio de toda la vida con un minúsculo televisor en blanco y negro en su parte superior (muy superior, que el techo estaba bien alto), lo suficiente como para que nos dejáramos el cuello en el empeño todos los que allí estuvimos mirándolo sin parar durante las dos horas largas que duró el evento. No nos dolió, y si nos dolió no nos acordamos. En cambio lo que vimos lo recordaremos siempre, siempre y cuando aún nos quede memoria para recordarlo.

Johnson vs Drazen Petrovic, Ainge vs Biriukov, Parish vs Romay, McHale vs Fernando Martín, Bird vs Johnny Rogers. Visto así el quinteto del Madrid parecía algo (parecía mucho, de hecho) pero visto al lado del otro se quedaba en nada, un mero juguete en manos de cinco hombrecillos (hombretones, más bien) verdes recién aterrizados de otra galaxia. La duda no era que los Celtics fueran a ganar, la única duda era por cuánto (o como decíamos en baloncesto, de cuánto). Los más optimistas situaban la diferencia en veinte o treinta, los realistas en cuarenta o cincuenta, los pesimistas no bajaban de sesenta. Claro está que hoy jugamos con ventaja, hoy sabemos ya que la NBA de octubre nada tiene que ver con la de mayo, que la pretemporada NBA es tan pretemporada como cualquier otra o más siS0101_McDonalds_Open_AB017 cabe, a las estrellas unos pocos minutitos no se vayan a cansar, el resto un mero campo de pruebas para comprobar quién se gana el puesto o quién lo pierde, quién se queda y quién se va. Hoy bien sabemos todo esto pero entonces lo ignorábamos, o acaso lo intuyéramos, o acaso sí lo supiéramos pero tampoco nos importara los más mínimo. Aquellos eran los Celtics, no necesitábamos saber nada más.

Imagino que (dado el típico ambiente de todo bar que se precie, tanto más en aquellos tiempos) aquel partido lo vimos pero no lo oímos, quizás por eso no fuimos muy conscientes de la poca pasión que TVE le puso al evento, o quizás sí lo fuéramos pero como era lo de siempre tampoco nos llamara la atención. En la narración Pedro Barthe, un Pedro Barthe que así de primeras transmitía la inequívoca sensación de preferir estar en cualquier otro sitio, como si en vez de ofrecerle la oportunidad de narrar un encuentro histórico le hubieran puesto un castigo insoportable. Y en los comentarios técnicos Nacho Calvo, la mera enunciación de los conceptos comentarios técnicos y Nacho Calvo en la misma frase representa un oxímoron de proporciones bíblicas, no hace falta decir nada más. Ni rastro de nadie que conociera siquiera mínimamente aquel otro baloncesto, ni rastro de un Ramón Trecet al que ni siquiera necesitaban contratar porque ya era de la casa y que habría sido de lejos la solución más lógica para hacer aquel partido por parte de TVE (no, lógica y TVE tampoco deberían ir nunca en la misma frase), solo o en compañía de otros. Eran así, tampoco es que hayan evolucionado mucho desde entonces.

Barthe y Calvo decían en repetidas ocasiones que el griterío era ensordecedor y a fe que lo era, no lo notaríamos entonces (bastante tendríamos con el ruido del bar) pero bien que lo apreciamos hoy volviendo a ver el partido para la ocasión. Hoy viene la NBA a Europa y el ambiente de cualquier global game de esos está a medio camino entre un espectáculo teatral, un happening de centro comercial y una merienda campestre: plas plas plas (onomatopeya de aplausos) tras cualquier jugada, oooooohhhhh tras alguna cabriola. jijí jajá en las chorradas de los tiempos muertos y luego ya si acaso nos ponemos las pilas en los últimos minutos siempre y cuando el resultado conserve algo de emoción, si no ni eso.real-madrid-boston En cambio en 1988 aquello no parecía tanto un Madrid-Celtics como un Madrid-Maccabi por ejemplo: locura colectiva, pasión absoluta, clamor tras cada canasta propia, pitos en cada subida de balón ajena, ovación de reconocimiento cuando anotaban pero sin que ello rebajara ni por un momento la intensidad, la tensión. Cómo hemos cambiado.

Quizás también por la propia evolución del partido, porque los madridistas del Palacio (y los de fuera) se creyeron legítimamente con derecho a soñar. El mero hecho de plantar cara ya era sueño, sólo 5 abajo tras el primer cuarto (titulares vs titulares), 5 que apenas un rato después iban a ser 18 cuando los Celtics se pusieron a tirar de fondo de armario: Jim Paxson, Reggie Lewis, Brian Shaw, Acres, Lohaus… Y entonces sucedió: de las profundidades del banquillo madridista emergió un espigado mocetón gerundense, Pep Cargol, que iba a dejar asociado ya para siempre su nombre a aquella mítica noche: un canastón por aquí, un arrebato por allá, alguna que otra defensa por acullá haciendo incluso enfadar al mismísimo Bird, mala cosa porque en cuanto te descuidabas se ponía a jugar como él sabe. 14 de diferencia al descanso, parecía evidente que lo mejor estaba aún por llegar. Aunque no imagináramos de qué modo.

Y es que a la vuelta del vestuario a los Celtics se les rompieron por completo los esquemas, vale que allí tendréis la ley no escrita de empezar el tercer cuarto con los titulares pero yo no concibo esa razón, yo soy Lolo Sáinz y sabes que no tengo por costumbre hacer cambios salvo cuando no me queda más remedio pero mira tú por donde hoy me voy a dar el gusto, que aquí leyes no escritas no tenemos: meto a Cargol de tres, a Antonio Martín de cuatro y a You Llorente de base pasando a Drazen al dos, chúpate esa mandarina Jimmy Rodgers.real-madrid-boston-celtics--644x362 Y de repente aquel tercer cuarto era un delirio, una locura, un Madrid que plantaba cara, una catarata de baloncesto por ambos lados, ya la gente gritaba este partido lo vamos a ganar como si en verdad lo creyera (quizás porque en verdad lo creía), ya hasta Pedro Barthe estaba entusiasmado (ya era Barthe en estado puro, de hecho: se están dando cuenta de que existe un continente que se llama Europa y un baloncesto europeo de categoría, si pensaban que venían a tomar el sol, a pasearse y a ganar de 40 ya se están dando cuenta que no va de eso), ya hasta el mismísimo Nacho Calvo estaba entusiasmado (ya, ya sé que entusiasmo y Nacho Calvo tampoco deberían ir nunca en la misma línea), créanme que si en aquel momento hubiera aterrizado un extraterrestre en el Palacio (o cualquier ser humano que no hubiera visto jamás un partido de baloncesto, que para el caso viene a ser lo mismo) se habría quedado prendado de aquel juego para siempre. Ocho de diferencia al final del tercer cuarto, que aún habrían podido ser menos si Drazen no se hubiera creído más importante que su equipo, si no se hubiera jugado las suyas y las de los demás, si no hubiera escogido cuidadosamente aquel momento para presentarse al mercado norteamericano, si hubiera procesado a tiempo que aquellas defensas de Dennis Johnson o Brian Shaw nada tenían que ver con las que acostumbraba a encontrarse por aquí. Pero con todo y con eso eran ocho puntos de diferencia, lo que venía a significar que el Madrid había ganado de 6 aquel tercer periodo. Hoy nos puede parecer una nimiedad, pero entonces fue un dato que quedó para la historia.

¿Tú que crees, Pedro, que los Boston (sic) creen que están jugando contra el Madrid, o que se están jugando el anillo en una final de la NBA contra Los Angeles Lakers?, preguntaba Calvo. ¡¡¡Pocos partidos tan difíciles tienen a lo largo de la temporada los Celtics!!!, respondía Barthe. Ingenuidades aparte, los Celtics por fin entendieron que se habían acabado los experimentos, las probaturas y las pretemporadas y finalmente obraron en consecuencia: fue ponerse Bird a gobernar el chou en su insigne papel de puto amo y antes de que nos diéramos cuenta se habían ido de 25 para nunca más volver. O tal vez sí, pero ya en los minutos de la basura (aunque aún no nos acostumbráramos a llamarlos así), con Quique Villalobos de blanco y Ramón Rivas de verde, con un Pep Cargol que aún quiso poner la guimg_ggomez_20150326-110615_imagenes_md_otras_fuentes_madridceltics-kUuH--572x385@MundoDeportivo-Webinda final al pastel. Ni sesenta ni cincuenta ni cuarenta ni treinta ni veinte, Barthe dixit. Quince, ni más ni menos. 96-111 para ser exactos. Eran otro mundo, aún seguirían siéndolo por mucho tiempo. Pero empezaban a no estar tan lejos como siempre habríamos creído imaginar.

Y de nuevo al día siguiente no se hablaba de otra cosa, y el medio país que se lo perdió se tiraba de los pelos por habérselo perdido, y recuerdo bien a madres de mi trabajo mendigando el vídeo a todo aquél que hubiera tenido la ocurrencia de grabarlo, déjamelo esta tarde por dios, por caridad, que quiero poder enseñárselo a mi hijo… Era una fascinación que iba más allá del baloncesto mismo, más allá del choque entre dos mundos, más allá de las chorradas de los tiempos muertos o de todas esas cheerleaders que ni siquiera eran de los Celtics (que aún no tenían, ni puñetera falta que les hacía) sino de los Tigers de la Universidad de Memphis State (hoy Memphis a secas), contratadas ex profeso para la ocasión. Una especie de fascinación global que hoy, volviendo a contemplar aquel partido media vida después, nos deja (a mí, al menos) un cierto poso de amargura. No ya por quienes nos dejaron prematuramente (obviamente Drazen y Fernando, pero también Dennis Johnson y Reggie Lewis… y ese número 11 del Madrid que la inmensa mayoría de lectores ni recordarán quién era, Carlos García Ribas, quede aquí merecida constancia), sino también por todo aquello que se nos perdió por el camino: la ingenuidad, la capacidad de alucinar con cosas nuevas, la pasión tal vez. La juventud, seguro. Recuerdos de un pasado que nunca más ha de volver.

Hoy media vida después tampoco veré in situ a los Celtics, no culparé a nadie de ello salvo a mi propia torpeza, la que me hizo ir dejándolo durante el verano y acordarme ya en septiembre cuando todas las entradas estaban vendidas. Es decir, vendidas en la web oficial a un precio medianamente razonable (entre 19 y 58 euros), hoy dicha web te informa que están todas agotadas pero al mismo tiempo te remite amablemente a otra web donde puedes encontrarlas al módico precio de entre 75 y 115 euros, alguna otra web hay por ahí donde puedes encontrarlas aún más caras todavía. No estoy tan desesperado como para eso. Lo siento porque me habría gustado reencontrarme con viejos conocidos (y admirados) NCAA como Evan Turner, Marcus Smart, Jared Sullinger, Isaiah Thomas, incluso Kelly Olynyk, Terry Rozier, RJ Hunter o Jae Crowder; lo siento porque me habría gustado reencontrarme con un entrenador como Brad Stevens por quien profeso franca devoción desde sus tiempos de Butler; lo siento simplemente porque son los Celtics, porque ya vi hace años in situ a Grizzlies, Raptors y Jazz pero esto no es lo mismo, no puede ser lo mismo. Por lo que representa esta franquicia en sí misma, por lo que representó aquel partido de 1988, porque aplicando estos mismos parámetros 600nbatemporales ya no volverán por aquí hasta dentro de otra media vida, pongamos por ejemplo octubre de 2042, a saber dónde y cómo estaré (o si estaré siquiera) para entonces. Otra vez (no) será.

Don’t cry for me, hasta ahí podíamos llegar. Obviamente ya no me hará falta buscarme la vida en ningún bar, obviamente veré la primera mitad cómodamente arrellanado en mi sofá (no sin arduas negociaciones previas para resolver el tema de la cena), para la segunda probablemente me echarán del salón pero no teman, como tantas otras veces encontraré acomodo ante el ordenador o ante el televisor del dormitorio, más pequeño pero no por ello menos confortable. Será para mejor (como es el caso) o para peor pero nada será igual a como fue hace veintisiete años, nada nos sorprenderá como entonces, hoy tenemos ya a los Celtics hasta en la sopa, de hecho algunos hasta catamos los ingredientes antes de que los echaran a la sopa. Hace media vida algo tan cotidiano como un partido de baloncesto se nos convirtió en excepcional, hoy algo tan (presuntamente) excepcional como tener aquí a la NBA se nos ha convertido en cotidiano. Si será cotidiano que hasta el presidente del anfitrión anda repitiendo por ahí cada lunes y cada martes que quiere jugar en aquella Liga como si en verdad se lo creyera… No, nada será ya igual, ni parecido siquiera, y sin embargo quién sabe: quizás aún quede por ahí alguien que no tenga donde verlo y encuentre finalmente refugio con su pareja en un bar perdido (donde además lo pondrán por no haber competencia jurbolística esa noche, si no de qué), alguien lo suficientemente virgen como para que la experiencia aún le pueda dejar huella, como para volver a recordarla y contarla media vida después. Sólo por eso ya habría merecido la pena.